Sin embargo, la presencia española ya había dejado una marca imborrable reflejada principalmente en la toponimia, la arquitectura y, por supuesto, en el lenguaje local de estas regiones.
Aquí, en la quietud de sus muros, Teresa experimentó sus visiones místicas y escribió parte de su obra, dejando una huella indeleble en la historia del cristianismo.
Un balcón tallado, un escudo heráldico, una puerta labrada… Estas son las huellas indelebles de una época en la que el arte y la artesanía eran fundamentales en la expresión de la identidad y el estatus.