Entonces la Golondrinita voló por la gran ciudad y vio a los ricos que se festejaban en sus magníficos palacios, mientras los mendigos estaban sentados a sus puertas.
Cierto día, mientras estaba sentado en el Trono de su reino, vio que entraba un hombre por la puerta de palacio; tenía la pinta de un pordiosero y un semblante aterrador.
Y si tendría más o menos unos 85 años de edad se vería así: físicamente me parece que está nada mal; pero no me gusta tanto el hecho que lo hayan dibujado como un mendigo.
Estaba vestido como un trapero. Le quedaban apenas unas hilachas descoloridas en el cráneo pelado y muy pocos dientes en la boca, y su lastimosa condición de bisabuelo ensopado lo había desprovisto de toda grandeza.
¡Qué choverga! He visto a gente que se hace la dormida cuando piden limosna en la iglesia o cuando una embarazada sube al bus, pero quién le cree a este si sigue chateando en su celular.