Así, pues, advirtió que nos encontrábamos entre la costa de Guyana, o la parte septentrional de Brasil, más allá del río Amazonas, hacia el r ío Orinoco, comúnmente llamado el Gran Río.
Entonces la impulsé con el remo hacia el canal y seguí subiendo hasta llegar a la desembocadura de un pequeño río, entre dos orillas, con una buena corriente que impulsaba la balsa hacia la tierra.