El iniciado soltó un suspiro, sonriendo interiormente mientras levantaba la mirada hacia el hombre de ojos grises que ingenuamente lo había admitido en las filas más secretas de esa hermandad.
La nave fue anclada en las afueras de la bahía por el temor de que fuera un brote de alguna peste africana, hasta que comprobaron que había sido un envenenamiento con fiambres manidos.