Se sentía realmente feliz de haber pasado tantos trabajos y desgracias, pues esto lo ayudaba a apreciar mejor la alegría y la belleza que le esperaban.
Al verlos pasar, el japonés de la tienducha de los jugos de fruta donde se refugiaban hacía años después de los partidos de fulbito, los saludó con la mano.
Mas cuando vieron que la bestia había muerto y se hundía en el agua, mientras yo les hacía señas para que se acercaran a la playa, se armaron de valor y se dieron a su búsqueda.