Atravesé campo llano, huertas, cañaverales y pequeñas plantaciones. Tropecé, me levanté y seguí corriendo sin un respiro, sin calcular la distancia que mis zancadas cubrían.
Por fin pudo respirar, todo daba vueltas; peinóse el cabello húmedo con la mano que por detrás de la oreja resbaló y trajo hacia la barba sucia de babas.
Me quedé quieto unos momentos para recuperar el aliento, mientras la ola se retiraba, y luego eché a correr hacia la orilla con las pocas fuerzas que me quedaban.
Fue un descanso para Fernanda. En los tedios del abandono, sus únicas distracciones eran los ejercicios de clavicordio a la hora de la siesta, y las cartas de sus hijos.
Después de un emocionante viaje por los parques nacionales de los Estados Unidos, no hemos tenido prácticamente tiempo para tomar aliento, pero ya estamos en el otro lado del planeta, en África.
Casi ahogándome con las palabras, le dije sin respirar: -Yo soy Luis Alejandro Velasco, uno de los marineros que se cayeron el 28 de febrero del destructor " Caldas" , de la Armada Nacional.