Atravesé campo llano, huertas, cañaverales y pequeñas plantaciones. Tropecé, me levanté y seguí corriendo sin un respiro, sin calcular la distancia que mis zancadas cubrían.
Son kilómetros llanos, marrones, amarillos y verdes, con árboles grandes de diferente tipos y arbustos parecidos a las plantas rodantes de las películas de vaqueros.
Esta planicie no tenía más de cien yardas de ancho y casi el doble de largo y se extendía como un prado desde mi puerta, descendiendo irregularmente hasta la orilla del mar.
Y es que hay que dejar claro que quienes defienden la postura de la Tierra Plana son personas inteligentes que incluso parten de un principio científico: la duda radical.
Remaba firme y seguidamente y no le costaba un esfuerzo excesivo porque se mantenía en su límite de velocidad y la superficie del océano era plana, salvo por los ocasionales remolinos de la corriente.