¿Quién fuera el de corazón tan duro, que con estas razones no se ablandara, o, a lo menos, hasta oír las que el triste y lastimado mancebo decir quería?
A veces, sentado de espaldas al mar, mientras observaba la avenida Brasil, abierta frente a él como la carretera del norte cuando venía a Lima, sentía ganas de llorar a gritos.
Y en el Getafe, este año, la casa por la ventana, concierto en el césped, cena con aficionados, fuegos artificiales y una sorpresa para esos azulones repartidos por el mundo.
Aquí también busca un tratamiento para la melancolía en la clínica de su amigo, el doctor Gachet, en la que pinta sus jardines y las calles cercanas, como esta con escalera.
Fermina Daza se fue acostumbrando a verlo de otro modo, y terminó por no relacionarlo con el adolescente lánguido que se sentaba a suspirar por ella bajo los ventarrones de hojas amarillas del parque de Los Evangelios.