Sin embargo, antes de que la cerrara de nuevo, un pequeño insecto se escapó volando de ella, miró a Pandora y le sonrió como muestra de agradecimiento al haberle dejado en libertad.
Era un canario viejo, recuerdo triste de una muerta, al que yo no había dado libertad por miedo de que se muriera de hambre o de frío, o de que se lo comieran los gatos.
La pobre mujer rogó y suplicó a los bandoleros que la dejasen en libertad con su hijito; pero aquellos hombres tenían el corazón de roca y, desoyendo las súplicas y lamentaciones de la pobre campesina, se la llevaron por la fuerza.