También imaginaron que nuestros actos proyectan un reflejo invertido, de suerte que si velamos, el otro duerme, si fornicamos, el otro es casto, si robamos, el otro es generoso.
Mi principal ocupación sería vagar por las calles de la ciudad, por el hospital de la universidad donde me darían la sopa y por los patios de los colegios, discutiendo a Aristóteles.
Les vi marchar del brazo, perdiéndose por la calle Santa Ana, pensando que a lo mejor alguien en el cielo estaba de guardia y por una vez les concedía a aquel par unas gotas de felicidad.