Esos ejemplos demuestran que es posible cambiar las realidades de la pobreza, la violencia y la discriminación que enmarcan la vida diaria de demasiadas mujeres.
Dos millones de palestinos dependen de la ayuda alimentaria para su subsistencia y viven en la pobreza absoluta, es decir, con menos de 2 dólares al día.
Según la Organización Mundial de la Salud, el 20% de los suicidios que se registran cada día en el mundo se producen como consecuencia de una depresión.
En el Líbano, una estación de televisión local produjo un documental sobre la vida de los refugiados allí, por qué habían salido huyendo y sus problemas cotidianos actuales.
Para algunos testigos el plan era una cortina de humo destinada a ocultar la dura realidad y los sufrimientos cotidianos de la gran mayoría de la población palestina.
Quienes hacen trabajos pesados, como los mineros, reciben 800 gramos de arroz por día; quienes hacen trabajos más livianos, de 600 a 700 gramos; quienes no trabajan reciben menos.
Sin embargo, en este preciso momento más de 1 millón de personas se mantienen viviendo en la pobreza extrema y decenas de miles mueren cada día de enfermedades que se pueden prevenir.
Por lo general, el diálogo entre los organismos de supervisión interna y externa en las Naciones Unidas ha pasado a ser un proceso continuo y un fenómeno cotidiano, más que un evento anual.
Del mismo modo, aunque gane suficiente para vivir, una mujer que vive bajo el peligro de la violencia cotidiana y que no tiene voz sobre la forma en que se gobierna su país no es verdaderamente libre.