El olor a sangre de mis manos no significa nada, ahora que existe todo ese rastro en el agua. Además no sangran mucho. No hay ninguna herida de cuidado.
Una monja de servicio llevó una garrafa con frutas picadas en un vinazo de dos orejas, y un platón de aguas humeantes que impregnaron el aire de un olor medicinal.
Yo me notaba más maquillado, la piel perfecta y mi barba, aparte de recortarla para hacerla perfecta, la pintaron un poco más para hacerla más densa y que toda fuese negra.
A los romanos no les importaba tanto el olor, pero sí que sus dientes estuvieran bien blancos así que usaban orina como enjuague – Los ricos, incluso, compraban orina de Portugal, por ser la más fuerte del imperio.
Revivía, en la tierra ya enfriada, el invernal olor de pasto quemado; y cuando el camino costeaba el monte, el ambiente, que se sentía de golpe más frío y húmedo, se tornaba excesivamente pesado de perfume de azahar.