Entre las tinieblas y la desesperación de esos años de la guerra, muchos de nuestros padres y abuelos se vieron envueltos en las llamas del odio y se perdieron para siempre.
Desde el cerro de San Lázaro veían por el oriente las ciénagas fatales, y por el occidente el enorme sol colorado que se hundía en el océano en llamas.
TEXT 39: Así pues, la conciencia pura de la sabia entidad viviente es cubierta por su enemigo eterno en forma de la lujuria, que nunca se satisface y arde como el fuego.