No la apartó durante muchos días de calor mineral, durante muchas noches de vientos perdidos, durante el tiempo de la meditación en que nadie salió del convento.
Que mi hija pequeña se convierta en Alamo Temblón, que tiemble día y noche, que las lluvias le purifiquen la boca, que el viento le peine los cabellos.
Para llegar a estos aquelarres apartados, las brujas se desplazaban a gran velocidad, viajando en una ráfaga de viento, montadas en una bestia o en una escoba mágica.
Estaba ya para entrar en la población, cuando una ráfaga de aire arrebató el gorro de la cabeza de Pinocho y lo llevó a una distancia de diez o doce pasos.
En la mañana del octavo día, el viento aumentó y todos pusimos manos a la obra para nivelar el mástil y aparejar todo para que el barco resistiera lo mejor posible.
Nena Daconte se dio cuenta por primera vez de que el dedo estaba sangrando, cuando salieron de Madrid en una tarde que se había vuelto diáfana después de la tormenta.
Había ido a la casa por algún asunto casual la noche en que el señor Brown convocó la tormenta, y Fernanda traté de auxiliarlo con un paraguas medio desvarillado que encontré en un armario.
En el puente del Mont Blanc estaban quitando a toda prisa las banderas de la Confederación enloquecidas por la ventolera, y el surtidor esbelto coronado de espuma se apagó antes de tiempo.
Estaba dispuesto a llegar esa noche a Burdeos, donde tenían reservada la suite nupcial del hotel Splendid, y no habría vientos contrarios ni bastante nieve en el cielo para impedirlo.