Se hizo un ovillo y con los brazos prensados entre las piernas recogidas, apretó la cabeza en las almohadas para dar tregua al relampagueante herir de sus ideas.
Así continuaron viviendo en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras, pero que habría que fugarse sin remedio cuando lo olvidaran los valores de la letra escrita.