Allaby, solo en su biblioteca, pensó con estupor que ese temeroso había oprimido en el Sudán a tribus de hierro y sabía qué cosa es una batalla y qué cosa es matar.
¿No estás, desalmada y cobarde criatura, en el mismo lugar que ocupó la linda Magalona, del cual decendió, no a la sepultura, sino a ser reina de Francia, si no mienten las historias?
Y se va, sin darle el gusto de discutir el alef, por la cobarde envidia, pues porque lo que acaba de ver es mucho más allá de lo que se puede imaginar.