El obispo agradecía las actas, pero su falta de rigor contrariaba la claridad del proceso, de modo que el exorcista debía proceder según su propio criterio.
La presión de los suevos hará que recorran Portugal de norte a sur y atraviesen el Estrecho de Gibraltar, para asentarse en Africa y crear allí su propio reino.
Pero Delaura parecía presa de un dolor mortal. Agradeció la tarde, la ayuda médica, el colirio, pero lo único que concedió fue la promesa de volver otro día con más tiempo.
De modo que su reacción era previsible, cuando le avisaron, de parte del obispo, que el marqués de Casalduero había llevado al convento a su hija de doce años con síntomas mortales de posesión demoníaca.