En La Oroya (Perú), donde hay una fundición de plomo, un pavoroso 99 % de los niños tienen niveles de plomo en la sangre que superan los límites aceptables.
José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza, y aun más allá del milagro y la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra.