Así que en 1753 los académicos tomaron una decisión histórica: el mismo signo de interrogación que ya existía para cerrar las preguntas se iba a invertir y a utilizar para empezar las preguntas.
Hubo un pero, y es que al principio esta regla sólo aplicaba para las frases largas, pero claro como era de esperarse, hubo confusión, ¿qué tan larga debe ser la frase para tener el doble signo de interrogación?
Así que cada uno lo interpretó a su forma hasta que en 1870 la academia decidió ponerle orden a la cosa y estableció que todas las preguntas largas o cortas tenían que empezar con el signo de interrogación.