En realidad, no estaba observando nada; simplemente había adoptado aquella pose para recibir a mi clienta con la pretensión de adornarme de un aire de profesionalidad.
Abajo, junto a la percha del vestíbulo, estaba apoyada a la pared la tapa del féretro cubierta de brocado y adornada de borlas y galones recién lustrados.