Y cuando llegaron al puerto, estando todos armados para emprender la conquista, vieron en las riberas tal cantidad de moros que dudaron de poder desembarcar.
Por ahí salió un grupo de griegos armados, los cuales abrieron todas las puertas de la ciudad para dejar entrar a sus compañeros escondidos en los alrededores.
Me alisté en la Armada Española y peleé contra los turcos en la batalla de Lepanto donde un disparo me destrozó la mano izquierda dejándomela inutilizada para siempre.
Don Apolinar Moscote se puso pálido. Dio un paso atrás y apretó las mandíbulas para decir con una cierta aflicción: -Quiero advertirle que estoy armado.
Esto pasaba entre sí Sancho el día de la partida; y saliendo don Quijote, habiéndose despedido la noche antes de los Duques, una mañana se presentó armado en la plaza del castillo.
Engáñaste en eso —dijo don Quijote—, porque no habremos estado dos horas por estas encrucijadas, cuando veamos más armados que los que vinieron sobre Albraca a la conquista de Angélica la Bella.