Cogió del armario un frasco de tinta y un portaplumas con una pluma enrobinada y, colocando ante él una hoja muy arrugada de papel, se dispuso a escribir.
Miré alrededor. Allí estaba todavía aquella habitación oscura y pobre como una ratonera, y mi ropa arrugada colgando de las perchas, y la maleta destripada en el suelo.
Un truco para poner el papel de la manera más fácil posible es arrugarlo y mojarlo, es decir, lo metemos durante unos segunditos bajo el grifo, y como podéis ver, se amolda súper bien al molde.