Las campanas de alarma suenan en diversas capitales alrededor del mundo —en España, Gran Bretaña, Turquía, Egipto, Jordania, el Líbano y Arabia Saudita— tal como todos hemos atestiguado.
A medianoche los templos hacen sonar sus campanas 108 veces para purificar los 108 deseos mundanos que, según el budismo, causan el sufrimiento humano.
Y de día y de noche las campanas siguieron tocando, todas por igual, cada vez con más fuerza, hasta que aquello se convirtió en un lamento rumoroso de sonidos.
De acuerdo con lo dispuesto por él mismo, no hubo música, ni cohetes, ni campanas de júbilo, ni vítores, ni ninguna otra manifestación que pudiera alterar el carácter luctuoso del armisticio.
Se trata en definitiva de un ritual de enterramiento en el que los individuos son rodeados de un rico ajuar con objetos cerámicos en forma de campana y decorados según un patrón.