Sucede que, aparte de los piojos que podemos criar en la cabeza, existen los piojos corporales que chupan sangre humana, pero sólo pueden habitar en la ropa.
Después, mientras le iba indicando a su marido las rutas más cortas hacia la frontera, se chupaba el dedo de un modo inconsciente cada vez que le sangraba, y sólo cuando llegaron a los Pirineos se le ocurrió buscar una farmacia.