Los dogmas eran lo más importante, y básicamente los religiosos no querían que nada cambiara, pues para ellos ya la sociedad había llegado a su límite y solo estaban esperando el fin del mundo.
A su lado aparece la medalla de la Inmaculada Concepción, un dogma a la cual estaba muy vinculado los Habsburgo y que tanto Isabel como Alberto defendieron durante su reinado en Flandes, frente a los protestantes.
Allí tenemos que llegar y por eso podemos cambiar la realidad de la vida de todos hoy en día, con la condición de que no nos enfoquemos demasiado en esos dogmas que nos enseñaron hace 50 o 60 años.
Incluso puede sentar mal a la población general, porque el relato nacional y la identificación histórica no se piensan ni se razonan, simplemente se creen y se sienten, es como un dogma, como una fe.