El negocio prosperaba poco a poco, se fue corriendo la voz. Entraba dinero: en pesetas de Burgos, en francos franceses y marroquíes, en moneda hassani.
Después tomó un coche para que lo llevase al bosque, y miraba despreciativamente a los transeúntes, con ganas de gritar: “¡Soy rico! ¡Tengo doscientos mil francos! ”
Lantín, entonces oficial primero de negociado en el Ministerio del Interior, con tres mil quinientos francos anuales de sueldo, la pidió por esposa y se casó con ella.
Viendo junto a él a un caballero, que le pareció distinguido, no pudo resistir la tentación de referirle, con mucha complacencia, que acababa de heredar cuatrocientos mil francos.
Caballero, yo lo vendí en veinticinco mil francos y se lo compraré en dieciocho mil, cuando me indique, para cumplir las prescripciones legales. ¿Cómo ha llegado a su poder?
El comerciante sacó de un cajón dieciocho billetes de mil francos y se los entregó a Lantín, quien firmó un recibo y los guardó en el bolsillo con mano temblorosa.
Y cuando finalmente el 4 de julio de 1946 Filipinas fue oficialmente reconocida como una nación independiente por EE.UU. la lengua franca que adoptaron fue el inglés, que era la del poder colonial inmediatamente anterior.
Rogaron al joyero que se lo reservase por tres días, con la condición de que les daría por él treinta y cuatro mil francos si lo devolvían antes de finales de febrero porque se hubiera encontrado el otro.