Todos los cazadores azuzaron a sus animales para que corrieran a la velocidad del rayo y consiguieron guarecerse en una posada que encontraron por el camino.
En el follaje, por lo mismo que había poquísima arboleda por aquellos contornos, venía a guarecerse innumerable multitud de pajarillos de varias castas y linajes que animaban la esquiva soledad con sus trinos y gorjeos.