Había retratos alrededor, colgados de todas las paredes, y dos gigantescos jarrones chinos, con leones en las tapas, junto a la enorme chimenea de azulejos.
En el libro, entre las hojas, hay una rosa, comprimida y seca; no es tan bonita como las rosas que están en el jarrón y, sin embargo, la mira con una sonrisa de arrobamiento, y le asoman lágrimas a los ojos.