Pues aun cuando tiene la tez lisa y el rostro martirizado con mil suertes de menjurges y mudas apenas halla quien bien la quiera, ¿qué hará cuando descubra hecho un bosque su rostro?
Pero el desconocimiento de la ciudad y el no haber tenido un entrenamiento previo en la actividad que me tocaba desempeñar se encargaron de martirizarme todos los días.