Cualquier rama suya, engalanada de esmeralda por abril o de oro por octubre, refrescaba, sólo con mirarla un punto, mi frente, como la mano más pura de una musa.
Ese conjunto de tumbas, con sus musas y partituras de piedra algo kitsch, se ha convertido en un obligatorio lugar de peregrinaje para melómanos de todo el mundo.
Sus musas, Olga y Marie-Therese, son las víctimas de la pincelada de Picasso, unas veces suave, lisa y certera, y otras dominada por los trazos anárquicos y la textura punzante.
Hasta hoy varias decenas de mujeres – y un solo hombre – han posado frente a su objetivo reconvertidas en musas de gran genios universales como Picasso, Klimt, Van Gogh o Matisse.
En total, los familiares de Hepburn, una de las musas de la época dorada de Hollywood, ha puesto a la venta por primera vez una colección compuesta por más de 500 piezas.
La muestra también quiere reconocer a la figura de Menéndez Pidal ya que en una segunda sección, ubicada en la Sala de Musas hasta el 20 de septiembre, muestran libros y objetos que pertenecieron o fueron objeto de estudio de este intelectual.