Agrega que lo golpeaban y lo pateaban cada vez que se detenía para descansar, y que además se le introdujo la cabeza en varias ocasiones en un cubo de agua.
Apenas cerré la puerta, me tapé la boca con las manos para evitar un grito y agarroté las piernas para no patear con ellas el suelo como un potro salvaje.
La pelota tenía un sonido para que puedan localizarla; había un guía detrás del arco rival para saber a dónde tenían que patear y se ponían un antifaz.