Cuando su madre le ordenó salir del dormitorio, no se peiné ni se lavé la cara, y subió al tren como un sonámbulo sin advertir siquiera las mariposas amarillas que seguían acompañándola.
Todos los días hago lo mismo: me levanto a las siete en punto, me baño, me cepillo los dientes, me peino y luego voy al comedor de estudiantes a tomar el desayuno.
Le pusieron el traje de la abuela con que llegó al convento, le lavaron y peinaron la cabellera suelta para que le arrastrara mejor, y la virreina misma la llevó de la mano a la mesa del esposo.
Nuestra apariencia personal también proporciona señales de comunicación no verbal: la ropa que llevamos, cómo nos peinamos, el tipo de gafas que llevamos, etcétera.
Nos picaría tanto la cabeza que sería difícil de aguantar, la caspa no pararía de aparecer, además nuestro cabello perdería su brillo y se llenaría de aceite y estaría siempre enredado e imposible de peinar.