El negocio prosperaba poco a poco, se fue corriendo la voz. Entraba dinero: en pesetas de Burgos, en francos franceses y marroquíes, en moneda hassani.
La gasolina, no, pero el kilometraje, sí. El precio por una semana es tres mil pesetas.Por favor, su licencia de conducir, su pasaporte y su tarjeta de crédito.
Vestía un traje por el que no le hubieran dado ni diez pesetas en el mercado de Los Encantes, pero lo compensaba con una estrepitosa corbata de colorido tropical.
El alquiler de este piso y todos los muebles que en él hay están pagados hasta la última peseta; no he engañado a nadie para ello y nada debo en ningún sitio.