Desde aquel día no volvieron a dirigirse la palabra. Cuando las obligaban las circunstancias, se mandaban recados, o se decían las cosas indirectamente.
¿Dígame? ¿La señora García, por favor? No, no está en este momento. ¿De parte de quién? Soy Pilar Núñez. ¿Quiere dejarle algún recado? No, luego la llamo.