Cuando llega el otro (la otra persona), al ver que toda la casa está bien arreglada y reluciente, se olvida del cansancio y sonríe con alegría y satisfacción.
El entusiasmo de Lydia y la adoración que le entró por la señora Forster, la satisfacción de la señora Bennet, y la mortificación de Catherine, fueron casi indescriptibles.