Pero se puede decir sin malas palabras -dijo el coronel, y mostró las suelas de sus botines de charol-. Estos monstruos tienen cuarenta años y es la primera vez que oyen mala palabra.
Gobernadores he visto por ahí -dijo Sancho- que, a mi parecer, no llegan a la suela de mi zapato, y, con todo eso, los llaman señoría, y se sirven con plata.
El desaparecido mide 1,74 metros, pesa 85 kilos y en el momento del suceso llevaba una medalla con cadena de oro, zapatillas negras con suela blanca, pantalones vaqueros y jersey oscuro.
Pero así se hizo la exploración. Metro a metro, paso a paso, risco a risco, río a río, montaña a montaña... la cantidad de suelas de zapato gastadas en ese proceso.
Bien es verdad que lo enmendaban los zapatos, porque los del uno eran alpargates, tan traídos como llevados, y los del otro picados y sin suelas, de manera que más le servían de cormas que de zapatos.