Se hablaba en susurros, se comía en silencio, se rezaba el rosario tres veces al día, y hasta los ejercicios de clavicordio en el calor de la siesta tenían una resonancia fúnebre.
Atrás dejé a la matutera, observándome desde debajo de la parra mientras se santiguaba entre susurros y sarmientos. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que la Virgen de los Milagros te acompañe, alma mía.
Una pérdida leve de la audición es cuando ya no puedes escuchar los mosquitos, pero eres capaz de escuchar un susurro o el ruido del refrigerador, que va de los 21 a 40 decibelios.