La sola mención de algo concerniente a la boda le producía un ataque de mal humor, y dondequiera que fuese podía tener por seguro que oiría hablar de dicho acontecimiento.
Pepe mostró su disgusto al escuchar la opinión de éste, pues, pensaba que hablaba su compañero como si su opinión fuera una verdad universal, como si todos tuvieran que pensar como él.
Y todo aquello que vieres que en este caso es digno de saberse, de preguntarse y satisfacerse, sin que añadas o mientas por darme gusto, ni, menos, te acortes por no quitármele.
No os entiendo, marido -replicó ella-, y no sé qué queréis decir en eso de que os holgáredes, si Dios quisiera, de no estar contento; que, maguer tonta, no sé yo quién recibe gusto de no tenerle.
Conoció la Duquesa su melancolía, y preguntóle que de qué estaba triste; que si era por la ausencia de Sancho, que escuderos, dueñas y doncellas había en su casa, que le servirían muy a satisfacción de su deseo.