Ello incluye la protección de todos los derechos económicos, sociales, culturales, políticos y civiles consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Debemos respetarlos y asegurarnos de que nuestro compromiso con la Declaración Universal de Derechos Humanos no afecte las características culturales propias de cada Estado.
Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, estaban firmando un pagaré del que todo americano iba a ser heredero.