Y que si yo escuchaba solamente el silencio, era porque aún no estaba acostumbrado al silencio; tal vez porque mi cabeza venía llena de ruidos y de voces.
En el recogimiento pacífico y rendido de los crepúsculos del pueblo, ¡qué poesía cobra la adivinación de lo lejano, el confuso recuerdo de lo apenas conocido!
Al principio fue complicado que reinara el silencio porque había un tremendo alboroto, pero cuando por fin dejaron de piar, graznar, gorjear y silbar, la Madre Naturaleza habló.