Desde el jardín, Collins hubiese querido llevarles a recorrer sus dos praderas, pero las señoras no iban calzadas a propósito para andar por la hierba aún helada y desistieron.
Si esta ola de sueño incontrolable empezara a las 10 de la noche en Nueva York, serían las 11 de la mañana en Tokio, por lo que ellos tendrían que dormir a plena luz del día.