Terrible, terrible era el dolor mientras el canto se hacía más y más salvaje porque ahora cantaba al amor perfeccionado por la muerte, al amor que no termina en la tumba.
Entonces el ruiseñor uniendo su pecho con más fuerza a la espina, entonó una melodía cada vez más vibrante; ahora cantaba a la pasión naciente en el seno de un joven y una doncella.