––Después de haberle visto ahora, nunca habría creído que pudiese portarse tan mal como lo hizo con Wickham ––continuó la señora Gardiner––, no parece un desalmado.
Ella se enfrentó al agresor en una especie de deslumbramiento instantáneo, y vio los ojos desconsolados que quedaron impresos en su corazón como una brasa de lástima.
Al poco tiempo de mi llegada, el capit án me encomendó a un hombre bueno y honesto, como él, que tenía un ingenio (es decir, una plantación y hacienda azucarera).
35 Y si el buey de alguno hiriere al buey de su prójimo, y éste muriere, entonces venderán el buey vivo, y partirán el dinero de él, y también partirán el muerto.