En la furia de su tormento trataba inútilmente de provocar los presagios que guiaron su juventud por senderos de peligro hasta el desolado yermo de la gloria.
Aureliano descansó con la comprobación del presagio. Volvió a concentrarse en su trabaja, como si nada hubiera pasado, y su voz adquirió una repasada firmeza.
Solo, abandonado por los presagios, huyendo del frío que había de acompañarlo hasta la muerte, buscó un último refugio en Macondo, al calor de sus recuerdos más antiguos.
Aterrorizada, poseída por el espanto y el diluvio, me senté en el mecedor con las piernas encogidas y los ojos fijos en la oscuridad húmeda y llena de turbios presentimientos.
Pues, yo vaticino aún más éxito para la música latina y aún más fuerza y más poderío para esta música que tiene tanto de raíz, que tiene tanto de que va directo al corazón.
Repitió en voz alta los sonetos de amor de Garcilaso, asustado por la sospecha de que en cada verso había una premonición cifrada que tenía algo que ver con su vida. No logró dormir.
Él, entretanto, prosiguió desmenuzando premoniciones y exudando horros de amargura. —Y como sé que tengo los días contados, me he puesto a hacer el inventario de mi vida y ¿qué es lo que he descubierto que poseo entre mis haberes?