El aumento del terrorismo en varias regiones del mundo se ha atribuido, entre otras cosas, a la intolerancia y el extremismo, la profunda amargura y la locura letal de los que cometen atentados.
Sin duda, es innoble ceder a la tentación comercial de popularizar a los bandidos sanguinarios que mancillan la memoria de los muertos y causan todavía más dolor y sufrimiento a sus seres queridos.