Entre las damas había dos de gusto pícaro y burlonas, y, con ser muy honestas, eran algo descompuestas, por dar lugar que las burlas alegrasen sin enfado.
Después se supo que había jurado el Duque que si a él no le lavaran como a don Quijote, había de castigar su desenvoltura; lo cual habían enmendado discretamente con haberle a él jabonado.