En cambio, los soldados de los Estados Unidos que celebraron la victoria en Iraq derribando una estatua de Saddam Hussein y quemando una bandera iraquí en el centro de Bagdad, fueron aclamados como héroes.
El corredor central estaba tan oscuro que seguía al diácono sin verlo, pensando cada paso para no tropezar con estatuas mal puestas y escombros atravesados.