Si todavía me quedara autoridad -le dijo al doctor-, lo haría fusilar sin fórmula de juicio. No por salvarme la vida, sino por hacerme quedar en ridículo.
Aunque no era ocasión de risas ni de burlas, porque los inquisidores estaban muy afligidos, todavía se rieron y se burlaron algo de la vanidosa y ridícula pretensión del lego.
En cuanto a lo de ladrón, bien sabe usted que me ha robado mis colores de la caja de pinturas para restaurar esa ridícula mancha de sangre en la biblioteca.
¿Qué importaban los ridículos asuntos del Estado? ¿O se había ido a meter en la capilla tenebrosa, donde siempre ardían velas y a donde nunca le permitían a ella entrar?