Elizabeth quiso decir algo para cambiar de conversación y le preguntó a su madre si Charlotte Lucas había estado en Longbourn desde que ella se había ido.
Mal síntoma., dijo la mujer. .Eso quiere decir que ya empiezas a resignarte.. Siguió con su mazamorra. Pero un momento después se dio cuenta de que su marido continuaba ausente.
Nos sentamos Candelaria y yo junto a ellas, la patrona acopló su voz al ritmo del rezo y yo fingí hacer lo mismo, pero mi mente andaba trotando por otros andurriales.
Había descargado uno de los dos secretos que durante quince días habían pesado sobre su alma, y sabía que Jane la escucharía siempre de buen grado cuando quisiese hablar de ello.
Elizabeth le seguía con la vista y envidiaba a todos con quienes conversaba; apenas tenía paciencia para servir el café, y llegó a ponerse furiosa consigo misma por ser tan tonta.
Entró en ella con el propósito de aparentar su alegría de siempre y resuelta a reprimir los pensamientos que la asediaban, ya que de otra forma no sería capaz de mantener conversación alguna.
Cansóse el cura de ver más libros, y así, a carga cerrada, quiso que todos los demás se quemasen; pero ya tenía abierto uno el barbero, que se llamaba Las lágrimas de Angélica.