Según contó el propio Cortázar en algunas entrevistas, luego de terminar los estudios básicos, se tituló como maestro normal y luego como profesor de letras.
Si decían que entendían, no hablaba palabra en latín por no dar tropezón; mas aprovechábase de un gentil y bien cortado romance y desenvoltísima lengua.
Él renunció a toda pretensión de ayuda en lo referente a la profesión sacerdotal, aunque pudiese verse en el caso de tener que adoptarla, y aceptó tres mil libras.
No, por cierto, sino que las más se las fingen, por dar subjeto a sus versos y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo.
Aunque Katherine no había leído el Zohar, sabía que era el texto fundacional del primitivo misticismo judaico, un texto que antaño se creía tan potente que estaba reservado únicamente para los rabinos más eruditos.
Langdon sabía que en su cuenta corriente no había ceros suficientes para ser considerado parte de la élite cultural, pero aun así se preguntó si Solomon no tendría la intención de invitarlo de todos modos.
Salvo la monja de turno que servía la mesa, Cayetano Delaura era el único que tenía acceso a la casa del obispo durante las comidas, y no por sus privilegios personales, como se decía, sino por su dignidad de lector.
Y además de todo esto, debe poseer un algo especial en su aire y manera de andar, en el tono de su voz, en su trato y modo de expresarse; pues de lo contrario no merecería el calificativo más que a medias.